Cada vez hay mayor evidencia de los efectos beneficiosos del ejercicio físico sobre la capacidad física y el bienestar psicológico en los pacientes con cáncer. Actividad y ejercicio físico son un medio para oponerse a muchos de los síntomas que presenta un paciente, derivados de su enfermedad o del tratamiento, como fatiga y náuseas, contribuyendo a la mejoría y recuperación de la calidad de vida. Se recomienda para todos los pacientes, teniendo en cuenta algunos aspectos específicos según el tipo de cáncer. Por ejemplo, en caso de cirugía de cáncer de mama se evalúa de forma previa la movilidad de brazo y hombro, por si precisase fisioterapia específica, pero el ejercicio físico se recomienda para todos los pacientes en general, adaptado a sus circunstancias basales.
El beneficio potencial de la actividad física se va a dar independientemente de si se ha realizado deporte de forma previa o no, mediante ejercicio adaptado lógicamente a las circunstancias basales. Numerosos estudios observacionales han mostrado que los pacientes con cáncer de próstata, colon o mama que se mantienen físicamente activos, tienen una mayor probabilidad de supervivencia comparados con aquellos que son inactivos. Aunque no está definida la cantidad de ejercicio, se recomienda un programa integrado de actividad aeróbica y fuerza, inicialmente de intensidad baja o media, según el estado físicobasal, e introduciendo pequeñas sesiones de mayor intensidad.
El deporte, además de influir en la supervivencia post-diagnóstico, también juega un papel en la prevención, con estudios que indican que entre 2,5-5 horas de ejercicio moderado a lo largo de toda la semana pueden ayudar en la prevención de diferentes cánceres (como mama, colon, endometrio, vejiga, riñón, estómago, pulmón), además de reducir los riesgos de otras enfermedades.
¿Cuándo iniciarse?
El ejercicio puede iniciarse durante el tratamiento, ya que puede ayudar a mitigar síntomas y efectos adversos de cirugía, quimio o radioterapia. La mayoría de los estudios permiten concluir que el ejercicio es seguro durante el tratamiento y beneficioso cuando se realiza de forma progresiva y adaptada a la situación basal, progresando gradualmente hacia moderada intensidad e incrementando su duración. Ya en la recuperación, es importante mantener la práctica deportiva. Potenciar la adherencia a la actividad física en esta etapa juega un papel fundamental por sus beneficios a largo plazo, físicos y psicológicos.
Los pacientes con cáncer deberían realizar el ejercicio de acuerdo a los niveles recomendados para la población general, según su situación cardiovascular o pulmonar, pero teniendo en cuenta algunos aspectos concretos. Por ejemplo, existe un tiempo de espera en la postcirugía, que puede ser de varias semanas. Se recomienda así mismo extremar los cuidados para evitar las infecciones cutáneas en los centros deportivos. Y en caso de metástasis óseas, estos pacientes pueden necesitar modificar su programa de ejercicio evitando los ejercicios de fuerza sobre el hueso afectado para evitar riesgo de fracturas.
Según la localización del tumor, previo al inicio de ejercicio, se recomienda:
- Mama: evaluar movilidad de brazos y hombros antes de comenzar ejercicio de extremidades superiores.
- Próstata: valorar fuerza muscular y debilidad.
- Colón: evaluar riesgo de eventración, o problemas con ostomía si lo hubiese.
- Ginecológicos: evaluar la presencia o no de linfedema de miembros inferiores, antes de iniciar ejercicio intenso de fuerza o resistencia aeróbica.
Supervisión profesional
Se recomienda que el plan de ejercicios sea individualizado y adaptado a cada individuo, al tipo de tumor y al momento de tratamiento en curso. El ejercicio debe estar fundamentalmente orientado al mantenimiento de la masa y fuerza muscular. Es recomendable que sea supervisado por fisioterapeutas o instructores para su correcta realización, en coordinación con el médico tratante ante cualquier duda.
Las sociedades oncológicas recomiendan la actividad deportiva como una estrategia de intervención para ayudar en el manejo de síntomas y mejoría de la calidad de vida, y posiblemente incluso a extender la supervivencia.
Beneficios del ejercicio en pacientes con cáncer
El ejercicio en el paciente oncológico, ofrece grandes beneficios, como:
- Mejoría de fatiga y cansancio
- Reducción de ansiedad y estrés
- Mejoría de náuseas y vómitos
- Promoción de la autoestima y disminución del desánimo y la depresión.
- Disminución del dolor al potenciar el sistema endocannabinoide.
- Disminución del riesgo de osteoporosis
- Reducción de los efectos secundarios de quimioterapia/radioterapia o del tratamiento hormonal, compensando los efectos secundarios.
- Descenso del riesgo de trombosis venosa que está incrementada en el paciente oncológico
- Disminución de pérdida de fuerza y del deterioro funcional
- Mayor supervivencia, también para otras patologías no oncológicas (diabetes, hipertensión, eventos cardiovasculares, etc.).
Es recomendable que el ejercicio sea supervisado por fisioterapeutas o instructores para su correcta realización, en coordinación con el médico tratante ante cualquier duda. (Freepik)
Muchos de estos efectos beneficiosos están relacionados con las propiedades generales del ejercicio en la promoción de la salud en general. Pero cada vez es más evidente que el entrenamiento físico puede tener efectos directos sobre el cáncer y su tratamiento, aunque todavía no conocemos exactamente todos los mecanismos que justifican este beneficio.
Los músculos en contracción liberan a la sangre unas sustancias denominadas ‘miokinas’. Estas tienen la capacidad de alcanzar muchos tejidos como el adiposo, el páncreas, el hígado o el hueso. De esta forma, el ejercicio puede favorecer la normalización de los niveles de insulina por ejemplo, o puede tener un efecto antiinflamatorio, de forma que cuando hacemos ejercicio regularmente se genera un ambiente fisiológico saludable, con menores niveles de inflamación crónica a nivel sistémico. Y por otra parte, parece que el ejercicio estimula la función inmune, sobre todo en lo que respecta a los llamados linfocitos ‘natural killer’. Estas células representan una primera línea de defensa o vigilancia de nuestro organismo contra la invasión de microorganismos y el desarrollo de tumores. El ejercicio favorece la movilización de estas células hacia los tumores.
150 minutos a la semana
El ejercicio físico mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, y que ya demuestra un beneficio en cáncer, es de 150 minutos a la semana en caso de ejercicio físico moderado (por ejemplo caminar 30 minutos al día, 5 días a la semana) o 75 minutos/semana en caso de ejercicio físico intenso. Pero las recomendaciones de la OMS invitan a las personas que llegan a cumplir con ese mínimo a incrementar la duración y a realizar dos veces a la semana ejercicios de fortalecimiento de los grandes grupos musculares.
Se puede practicar el deporte tanto en solitario como acompañado. Dependerá de las necesidades del paciente y de si el estar acompañado facilita o no su adherencia al ejercicio.
La recomendación sería adaptar la práctica deportiva a las necesidades de tratamiento, pero sin suspenderlo, por ser saludable y hasta terapéutico. La actividad física se relaciona con una menor probabilidad de recidiva y una mejor supervivencia global.
El ejercicio puede ayudar en la prevención y en el control de la enfermedad, puede interactuar con los tratamientos antineoplásicos, y mejorar el funcionamiento físico y los resultados psicosociales de los pacientes. Pero los efectos beneficiosos del ejercicio se manifiestan también en las enfermedades cardiovasculares, metabólicas como la diabetes, neurodegenerativas y osteoarticulares, con lo que el ejercicio físico regular se convierte en una intervención altamente beneficiosa.
Autora: DRA. AMAIA RAMÍREZ (Clínica Corachan)
Mundo Deportivo