El hallazgo aterriza en un campo, el de la gestación y la lactancia, donde todas las variables juegan en contra. Empezando por la de la incidencia. El cáncer de mama es el más común detectado en estas etapas: “El tumor de mama diagnosticado en el posparto o el embarazo representa hasta el 55% de los tumores diagnosticados por debajo de los 45 años”, advierte Saura. Y la previsión es que “los casos aumenten en los próximos años”, avisan los investigadores en el estudio, teniendo en cuenta que el envejecimiento aumenta el riesgo de esta dolencia y que hay una tendencia a retrasar el embarazo en países desarrollados. Además de que la incidencia va al alza, en estos contextos, esta dolencia acostumbra a tener un diagnóstico complejo y, en ocasiones, un pronóstico más desfavorable.
A raíz de la petición de aquella paciente de Saura, los investigadores de Vall d’Hebron comenzaron un estudio y analizaron muestras de leche materna y sangre de una quincena de mujeres con cáncer de mama y otra docena de voluntarias sanas. “En mujeres que tienen cáncer de mama diagnosticado en el embarazo o la lactancia encontramos el ADN circulante del tumor en la leche materna. En 13 de las 15 pacientes, las muestras [de leche] eran positivas”, explica Saura, que es jefa de la Unidad de Mama del Hospital Vall d’Hebron y responsable del Grupo de Cáncer de Mama del VHIO. En las otras dos, las tomas recogidas eran de calostro (la primera leche) y los investigadores sospechan que las pruebas dieron negativo porque el ADN tumoral no tuvo tiempo de entrar en contacto con este fluido. “Para que el ADN se libere de las células tienen que pasar varios días. Creemos que [con el calostro] no se ha producido suficiente leche para arrastrar ADN tumoral”, sostiene la oncóloga. Las frecuencias de las variantes detectadas en el calostro, de hecho, fueron “casi siete veces más bajas en comparación con las recolectadas después de 14 días de lactancia y consideradas muestras maduras”, expone el estudio. En los análisis de la leche a las voluntarias sanas no se encontraron trazas del tumor.
Los investigadores también vieron que la sensibilidad de los análisis de la leche materna era mayor que la de las muestras de sangre, que fueron casi todas negativas. “Se esperaba”, matiza Saura, porque, en cáncer de mama, para encontrar ADN tumoral en una biopsia líquida de sangre, se necesita una alta carga de enfermedad (por ejemplo, cuando hay metástasis). “Con un tumor localizado, la cantidad de ADN tumoral en la sangre siempre es bajo. En cambio, en leche ya somos capaces de detectar ADN del tumor”, explica la médica.
Hacia un test de diagnóstico precoz
Con el estudio, los científicos demostraron, por primera vez, que la leche materna de pacientes con cáncer de mama tiene suficiente ADN tumoral para detectarlo a través de una biopsia líquida, incluso antes de que el diagnóstico se pueda hacer con pruebas de imagen convencionales. Saura apunta que los resultados del estudio abren la puerta a desarrollar un test de diagnóstico precoz en el posparto en mujeres que decidan dar lactancia materna, pero admite que este hallazgo es aún el primer paso.
Teresa es una de las participantes del estudio y su caso, como el de aquella primera paciente que desencadenó la investigación, ilustra el potencial de esta técnica de detección: ella estaba sana al quedarse embarazada, pero tenía 46 años y, por el factor de riesgo que supone la edad, quiso participar en el estudio. “A los 18 meses [de nacer el niño], en uno de los controles del ensayo [una ecografía mamaria de seguimiento] me detectaron el tumor y me puse en sus manos. Como se detectó en un estadio precoz, no fue necesaria quimioterapia. Me operaron y recibí radioterapia”, explica la mujer, de 50 años, al otro lado del teléfono. Sin embargo, en el análisis de las muestras de leche materna tomadas, dentro del ensayo, a los 11 meses del parto (medio año antes del diagnóstico por ecografía mamaria), ya se apreciaban fragmentos de ADN tumoral. Esto significa que, con esta técnica, el diagnóstico se podría haber adelantado seis meses, defienden los autores del estudio.
La investigación sigue en marcha y para aterrizar el potencial de su hallazgo, Saura y su equipo también han desarrollado un panel de genes con las mutaciones más frecuentes presentes en mujeres con cáncer diagnosticadas antes de los 45 años. Como sucede con la prueba del talón en los bebés para detectar dolencias metabólicas congénitas, este panel, que servirá para analizar las muestras de leche materna, podría funcionar también como un método de diagnóstico precoz en el posparto, auguran los investigadores. “El tercer paso, para que esto se traduzca en un test útil de diagnóstico precoz, es demostrarlo y haremos un estudio en el que se incluirán 5.000 mujeres sanas con riesgo de cáncer de mama [mayores de 40 años y/o con predisposición genética] a las que se le tomará una muestra de sangre, también otra de leche de cada mama, se someterán a una ecografía y se les hará un seguimiento de dos años”, apunta Saura.
Joan Albanell, jefe del Servicio de Oncología del Hospital del Mar de Barcelona, tilda esta investigación, en la que no ha participado, de “innovadora”: “A nivel clínico, el impacto está por determinar, pero es un avance conceptual”, conviene. El médico destaca que, según este estudio, la leche materna “es una fuente más fiable de detección de ADN tumoral circulante” y abre la puerta a que, con la biopsia líquida, “se pueda adelantar el diagnóstico”. Pero Albanell es prudente en los tiempos: “Para ver si esto se puede trasladar a un cribado sistemático de pacientes, se necesitan estudios multicéntricos que validen el valor y eficiencia de la técnica”.
Saura insiste en que, “si todo sale bien, habrá una nueva herramienta para la detección precoz del cáncer de mama en el posparto”. En la práctica, concreta, esto puede significar una mejora del pronóstico y de la supervivencia porque se podrán “detectar tumores cuando están localizados”, en estadios más tempranos.
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